lunes, 11 de mayo de 2015

Carta reprobatoria a un desamor inexistente.

Mis letras se derriten con tu ausencia,
impuntual por insólitos inviernos
arropados por un Otoño vulnerable.
Pero ya no, hoy no escribo triste,
hoy escribo reprobatoria por no haber contestado
a mis débiles halos de madrugada;
por haber hecho que desgarre cualquier retórica mañana
con lágrimas como puñales;
por hacer que mirar a la pared del fondo no sea algo casual,
sino un hábito;
por tu sadismo inquieto, omnipresente e incomprensible
de matarme mientras aún habito en la muerte.

Dime, ¿Serías capaz, tan osada, de acometer contra cualquier belleza?
Ven conmigo, no vaciles más, lienzo de colores infinitos.
Acércate, vayamos a quemar ramos de flores;
perpetremos la caída del cielo clemente,
aunque el sí que sufra de este mundo ignorante;
ven y aniquila el momento con tu espejismo definitivo.
Que todo sea un mal trago.

Bebe de esta tinta, así, no te prometo la belleza suprema,
ni la juventud eterna ni riquezas;
no más que el elixir de ultratumba en mis ojos...
Sabes que podríamos bucear en los tuyos, o eso creo,
pero... son secos, al contrario que los míos,
propensos a la gota fría, a empapar mi pecho.
Tan sólo me bastaría que desplomaras tu respuesta de metal pesado,
y quizás álgido,
en mi dichoso cráneo.

La ventana ya se hunde de piedras,
se torna opaca y pierde su significado,
así como su función.
A momentos vacilo yo,
renqueando entre las zarzas de la senda mordaz que,
es posible que me lleve a ti.
No me importan sus roces punzantes,
dudo de si bebería mi sangre por rescatarte o que me rescates.

Por ser un mundo a parte y querer tenerte, no te tengo...
¿En que galaxia vives?,
mándame el visado con cada uno de tus matices.
Y sí, beberé mi sangre, la derramada y la que corra,
pero... aguardar a Halley me saldría más barato.

Pues airar a Poseidón no estaría de más...
¿Y si te encontraras removida entre la arena de algún mar?
Todo es tan condicional, amor...
Y ya no hablemos del viento y sus hojas o del fuego que lo traiciona...
Jurar, jurar que te he encontrado tantas veces y de tantas maneras,
en tantas faces, fauces y quimeras;
más no eras más que la ola apabullante del comienzo que,
abatida, se sume en medio de un océano "Don nadie".